El reciente escándalo por apuestas ilegales que involucra a Terry Rozier y Chauncey Billups ha desatado una ola de reacciones en el mundo de la NBA. Dos voces autorizadas, Steve Kerr y Shaquille O’Neal, alzaron la voz para condenar la creciente influencia de las apuestas deportivas en el baloncesto profesional estadounidense. Ambos coincidieron en que el problema ha superado los límites y amenaza los valores fundamentales del deporte.
Steve Kerr, entrenador de los Golden State Warriors y uno de los técnicos más respetados de la liga, no ocultó su frustración ante el panorama actual. Con la serenidad que lo caracteriza, pero con evidente decepción, el estratega recordó experiencias personales que reflejan el nivel de presión que enfrentan los profesionales del baloncesto por culpa de las apuestas. “He recibido algunos correos electrónicos en el pasado de personas que no conozco que dicen: ‘Hola, muchas gracias. Tenía dinero apostado en el partido de esta noche y cometiste un error al sustituir a X jugador’”, relató Kerr.
El técnico campeón con los Warriors lamentó que la industria de las apuestas haya calado tan hondo en la cultura deportiva estadounidense. “Los jugadores son personas, no máquinas de hacer dinero. Bueno, sí lo son, pero para ellos mismos, no para una sociedad sedienta de dólares”, afirmó con tono crítico. Kerr hizo un llamado a la NBA y a las plataformas de apuestas a reflexionar sobre el impacto psicológico y ético que esta situación está generando dentro y fuera de las canchas.
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Por su parte, Shaquille O’Neal, leyenda de los Lakers y actual analista de televisión, no se guardó nada al referirse al caso. Fiel a su estilo directo, “Shaq” expresó su profunda decepción hacia algunos de los implicados en el escándalo. “Conozco a Chauncey Billups, conozco muy bien a Damon Jones y estoy muy decepcionado de que estén poniendo en riesgo a sus familias. Estos tipos ganaron millones, ¿qué más necesitan?”, dijo con contundencia.
Las palabras de Kerr y O’Neal reflejan el sentir de buena parte del entorno NBA: la liga enfrenta una crisis moral en la que el negocio de las apuestas amenaza con desvirtuar la esencia del deporte. Mientras el FBI y la NBA continúan sus investigaciones, las voces más respetadas del baloncesto exigen que se ponga freno a una práctica que, según ellos, está contaminando el juego que aman.

